martes, 25 de agosto de 2015

Balances a solas

Noches nostálgicas de buena música y soledad, dónde nada más importa que oír el suave ruido de su teclado, como un sonido hipnótico mientras de fondo se oye un poeta hablando de las banalidades de la vida. El sólo ambiente la transporta a aquél tiempo lejano y borroso en qué su única compañía eran las lágrimas y alguna que otra canción triste... Todo antes de que él llegara y la invadiera con su luz, cegadora, reconfortante... Todo antes de que sus pilares se derrumbaran en un irónico escenario temporal de hospitales y batas blancas. 
Noches en qué sus sueños se mezclaban con lágrimas sinsentido por entender que algo estaba cambiando y ella no sabía qué coño hacer para conseguir parar unas gotas que se fundían con su almohada azul sin casi darse cuenta. 
Noches en qué sin quererlo se hizo fuerte, a fuerza de llorar, a fuerza de pensar, a fuerza de gritar en silencio una rabia que no sabía (ni podía) sacar de otra forma para no molestar a nadie, ni siquiera a su propia conciencia que no entendía que estaba pasando enfrente de sus ojos de miel. Su pequeño mundo se desmoronó y tardó años en asimilarlo, en construirse de nuevo un nuevo hogar y una nueva mente que pudiera entender qué había pasado sin que le pareciera una mala película grabada por un director inexperto y cruel, al que sólo le importaba el drama, el lamento, la desgracia, la desesperación...
Noches que se mezclan con un sabor agridulce al recordar cómo salió de tal agujero, gracias a canciones que la empujaban a seguir el camino que llevaba a la superficie, dónde encontró, por suerte, a su más fiel compañero, amigo, amante, TODO. Fue él quién se encargó de ayudarla a flotar en un mar de incertidumbre y a recuperarse de unas heridas demasiado recientes para que empezaran a cicatrizar, a cederle su hombro para que llorara a gusto cuando sus pilares empezaron a manifestar grietas y crujidos, anunciando su fatal desenlace, y en ese preciso instante estuvo allí para que no se hundiera con ellos. Él fue su nuevo pilar (sin reemplazar a los otros dos, vitales). Fue una cuerda por la que agarrarse para evitar que la corriente la engullera en una espiral de lágrimas sin fin. Su luz, su ternura, su cariño, su amor. TODO
Noches en las que, a solas, consigue dilucidar la grandeza de los grandes eventos de su vida, los buenos y los malos, porque al cambiar de década, un balance es necesario, casi una obligación. Ella lo tiene claro, sus últimos años han sido demasiado agridulces cómo para obviarlos en un cajón de plástico roto, quiera o no, la han convertido en la chica que hoy está escribiendo estas palabras, un martes a las diez y cuarto de la noche, sola en su habitación y con Extremoduro de fondo, amenizando la velada. 

sábado, 11 de julio de 2015

Invisibilidad.

Como una tonta seguía viajando por un laberinto de esfuerzo y sudor con la única esperanza de conseguir, al llegar a la meta, una simple aprobación, una simple aceptación o una simple felicitación de alguien que para ella era importante, de todos los que para ella eran importantes. 
Se dio cuenta que el laberinto no tenía ninguna salida después de andar por todas y cada una de las vías posibles al ver que su única motivación se había derrumbado como un muro de hielo del Polo. 
Nadie de "Ellos" se había ni siquiera dado cuenta de que sin querer ella había conseguido todo lo que durante tanto tiempo había deseado, todo lo que hacía tanto tiempo había soñado. Lo tenía todo y nadie se daba cuenta. Estaba sumida en una espiral de confusión, de mezcla de alegría y frustración porque no podía entender cómo todo lo que la rodeaba se hacía "oídos sordos" de sus logros, de su vida... 




domingo, 22 de septiembre de 2013

Llegó.

Todo llega, todo pasa. Alguien lo llevaba tatuado en el pecho con grandes letras, de esas que hacen crujir la nuca cuando te giras a mirarlas, no te dejan otra opción. Y sí, todo llega y todo pasa, es verdad, y solamente  a estas alturas se atreve a admitirlo. Después de meses y lágrimas, ha llegado.


Una habitación grande. Silencio. Coches. Brisa de verano teñida de humo y de las primeras hojas marrones por las aceras. Un lugar recién conocido con el que te vas a acostar la primera noche, de buenas a primera, y sin preliminares. Y es que ese sueño ahora le da un miedo terrible, espantoso, un miedo distinto, una añoranza irreconocible se la come mordisco a mordisco disfrutando su dulce tacto. 
Hasta el mismísimo ayer no se supo dar cuenta que la carrera se había terminado. Había llegado a la meta como la tortuga de la fábula de Esótopo, tranquilamente y, a su pesar, sin darse cuenta.
Como de costumbre se puso su gran armadura de caballero de la Edad Media, cogió su lanza y emprendió el camino hacia la justa, sin ningún miedo reconocible. Pequeña soñadora, mírate ahora. Ni siquiera quieres pararte a pensar en qué deben estar haciendo aquellos a quien no tenía que extrañar, ni siquiera quieres darte cuenta que precisamente hoy no es un día feliz. Medio año de su marcha. Ocho meses del viaje del maestro, y encima estás sola. Irónico, ¿no? Después de la partida de los dos te has quedado vacía; tu corazón perdió dos grandes trozos, y ni siquiera hoy has querido soltar una lágrima por ellos. Un día tu coraza se va a romper, y pagarás sus consecuencias. Hasta entonces disfruta de su protección. Disfruta de que el sol te sonríe porque ellos están a su lado para decirle que tu fuerza vaya a más a cuán mayor luz ves.

Por otra parte está su sueño, que como todos tiene el peligro de convertirse en pesadilla. No lo permitas, pequeña. La añoranza, como la serpiente del jardín del Edén te va a tentar y vas a caer, lo sabes, pero no defraudes a tu nombre y lucha como siempre has intentado. Y ya veréis, lo va a conseguir. Lo va a hacer por ellos, por su ramillete con el que comparte sangre, enfados y risas. Pero sobre todo, lo va a hacer por él. Por su vida. Porque al fin y al cabo es su mayor chute de energía.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Precipicios sinsentido.

Miedo. Un miedo terrible la estaba ahogando. Una incertidumbre metida en una coctelera llena de dudas, inseguridades y una oscuridad desconcertante. 


Siempre había sido de aquellas que, no como otros, consideraba los suicidas unos cobardes de primera. Demasiada gente los consideraba valientes por arrancarse lo único que ellos consideraban que les podía dar resultado para acabar con lo que podríamos llamar "problemas". Pues no. Nada de valentía. Para ella son la cobardía hecha persona. De qué sirve huir de esa manera si después no hay nada. Precisamente la gracia de la vida es la lucha, la superación.

Sin embargo, resulta del todo irónico que justamente ella siempre hubiera sido de ese pensamiento. Ella que ahora que más que nunca se sentía metida en una espiral de lágrimas y cómodos sofás (y chocolate) fuera de las que no creen en la cobardía. Su miedo esta vez la superaba por completo. Se daba cuenta de ello, pero su particular monstruo se había encargado de chuparle todas las energías (positivas y negativas) y su afán de lucha se había escondido bajo su manta. No hay solución y ella lo sabe. Está totalmente sumergida en darse batacazos contra la pared y no se da cuenta que a cada lado hay una puerta por la que podría salir, y sigue intentado hacer un agujero en la pared para ver si de esa manera puede desaparecer ese cóctel molotov que lleva dentro. Simplemente para desaparecer.



viernes, 26 de julio de 2013

El tiempo es un perfecto ladrón.

Hace mucho tiempo que no se sentía con ganas de escribir. El tiempo y otras consumiciones la habían dejado seca de muchas cosas, y de ideas aún más.Quizá había sido aquél invierno tan lento el que había marchitado su potencial, para arrojarlo en folios sin sentido y que seguían quedando como libros perfectamente redactados.

De repente, en un día de finales de julio notó que el tiempo en realidad sólo le estaba jugando malas pasadas. Había dos estrellas más brillando en su cielo y eran de ésas que no se apagan en toda la eternidad. Sentía que al irse ellas las cosas buenas no eran tan buenas, y desgraciadamente sólo las podía compartir con el resto de los mortales. 

Tachar los días en un calendario es algo demasiado rutinario y nadie sabe que en realidad estamos acortando nuestra vida. Es una mierda vivir con reloj, calculando cuántas cosas puedo y debo hacer en una hora. Sin darse cuenta ni de esa chispa que no la abandona.

Siente miedo por el mañana que está llegando y está harta que todo vaya tan deprisa, y es que se está haciendo mayor a marchas forzadas. 
En medio de una casa con quién antes eran extraños, en un cementerio donde antes no había nadie, en una habitación cerrada y con un corazón al que le faltan varios trocitos se da cuenta que ella ya no es esa chiquilla que hace un año soñaba con los imposibles que ahora son realidad, y que en realidad no han sido tan imposibles.
Sigue viviendo en una especie de burbuja, sin querer aceptar que ellos no están, y su viejo yo.. se fue con ellos. Ella sigue sin saberlo.