domingo, 22 de septiembre de 2013

Llegó.

Todo llega, todo pasa. Alguien lo llevaba tatuado en el pecho con grandes letras, de esas que hacen crujir la nuca cuando te giras a mirarlas, no te dejan otra opción. Y sí, todo llega y todo pasa, es verdad, y solamente  a estas alturas se atreve a admitirlo. Después de meses y lágrimas, ha llegado.


Una habitación grande. Silencio. Coches. Brisa de verano teñida de humo y de las primeras hojas marrones por las aceras. Un lugar recién conocido con el que te vas a acostar la primera noche, de buenas a primera, y sin preliminares. Y es que ese sueño ahora le da un miedo terrible, espantoso, un miedo distinto, una añoranza irreconocible se la come mordisco a mordisco disfrutando su dulce tacto. 
Hasta el mismísimo ayer no se supo dar cuenta que la carrera se había terminado. Había llegado a la meta como la tortuga de la fábula de Esótopo, tranquilamente y, a su pesar, sin darse cuenta.
Como de costumbre se puso su gran armadura de caballero de la Edad Media, cogió su lanza y emprendió el camino hacia la justa, sin ningún miedo reconocible. Pequeña soñadora, mírate ahora. Ni siquiera quieres pararte a pensar en qué deben estar haciendo aquellos a quien no tenía que extrañar, ni siquiera quieres darte cuenta que precisamente hoy no es un día feliz. Medio año de su marcha. Ocho meses del viaje del maestro, y encima estás sola. Irónico, ¿no? Después de la partida de los dos te has quedado vacía; tu corazón perdió dos grandes trozos, y ni siquiera hoy has querido soltar una lágrima por ellos. Un día tu coraza se va a romper, y pagarás sus consecuencias. Hasta entonces disfruta de su protección. Disfruta de que el sol te sonríe porque ellos están a su lado para decirle que tu fuerza vaya a más a cuán mayor luz ves.

Por otra parte está su sueño, que como todos tiene el peligro de convertirse en pesadilla. No lo permitas, pequeña. La añoranza, como la serpiente del jardín del Edén te va a tentar y vas a caer, lo sabes, pero no defraudes a tu nombre y lucha como siempre has intentado. Y ya veréis, lo va a conseguir. Lo va a hacer por ellos, por su ramillete con el que comparte sangre, enfados y risas. Pero sobre todo, lo va a hacer por él. Por su vida. Porque al fin y al cabo es su mayor chute de energía.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Precipicios sinsentido.

Miedo. Un miedo terrible la estaba ahogando. Una incertidumbre metida en una coctelera llena de dudas, inseguridades y una oscuridad desconcertante. 


Siempre había sido de aquellas que, no como otros, consideraba los suicidas unos cobardes de primera. Demasiada gente los consideraba valientes por arrancarse lo único que ellos consideraban que les podía dar resultado para acabar con lo que podríamos llamar "problemas". Pues no. Nada de valentía. Para ella son la cobardía hecha persona. De qué sirve huir de esa manera si después no hay nada. Precisamente la gracia de la vida es la lucha, la superación.

Sin embargo, resulta del todo irónico que justamente ella siempre hubiera sido de ese pensamiento. Ella que ahora que más que nunca se sentía metida en una espiral de lágrimas y cómodos sofás (y chocolate) fuera de las que no creen en la cobardía. Su miedo esta vez la superaba por completo. Se daba cuenta de ello, pero su particular monstruo se había encargado de chuparle todas las energías (positivas y negativas) y su afán de lucha se había escondido bajo su manta. No hay solución y ella lo sabe. Está totalmente sumergida en darse batacazos contra la pared y no se da cuenta que a cada lado hay una puerta por la que podría salir, y sigue intentado hacer un agujero en la pared para ver si de esa manera puede desaparecer ese cóctel molotov que lleva dentro. Simplemente para desaparecer.