miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sus labios

Ellos me llaman. Gritan mi nombre como lo hace mi cama cuando me muero de sueño. Parece como si pudiera oír su voz cruzando a tientas una habitación oscura llena de vacío y abrazos rotos, y de un largo camino de soledad apenas guiado por un pequeño candil que es el resultado de la suma de todas esas palabras acumuladas en mis oídos y ojos durante estos días, por parte de los que apuestan porque siga con mis sueños.
Ellos me llaman. Me piden que vaya a su lado, que conmigo se sentían bien, y que a pesar de todo no me querían perder. Me dicen que ellos también se calmaban en los míos cuando estaban sedientos y que me echaban de menos cuando ni siquiera podían intercambiar un suspiro, quizá, a veces, ahogado, y otras, cortado de impaciencia.
Ellos me llaman. Me dicen que notan que su mundo sigue igual, que nada ha cambiado, siguen rodeados de lo de siempre y sin agua salada mojándolos; pero para mí sí, que para mí ya no es lo mismo, que mi mundo, dónde ellos tenían un lugar privilegiado ya no está: se ha transformado en una espiral de lágrimas y canciones que no ayudan a dormir y invitan a soñar con él.
Ellos me llaman. Y yo soy capaz de ver que a mi alrededor todo sigue igual, que yo sigo haciendo las mismas cosas y  que los coches siguen circulando sin intermitentes, pero ellos han notado que no lo hago con el humor de siempre, porque los míos ya no sonríen, solo hacen algunos amagos para tapar su posado de media luna al revés. 
Ellos me llaman. Parece que los oigo. Lástima que sean las dos de la madrugada y esté soñando despierta.



sábado, 24 de diciembre de 2011

Verso acabado.

Cómo algo que esperas puede doler tanto. 




Cuando todo es negro, cuando la oscuridad coge el cetro y gobierna, y ni siquiera el reflejo de la luz de la luna puede colarse en mi habitación con las persianas abiertas; yo, en la ventana pensando alguna que otra tontería, con NUESTRA canción sonando en mis orejas, como si los auriculares funcionaran de compresores taladrando el fino tímpano.
Ahora me doy cuenta de que sí, ha terminado, se ha acabado. Tú y yo. Ya no volverá a existir y un "lo que no ves" ya no va a ser la melodía de fondo de nuestra historia, aquella que por ella misma formaba su propia canción, en la que esta última nota falsa ha acabado de fastidiar esta estrofa.

Toda esa niebla, esa asfixia constante ha logrado ahogarme y vencerme. Ha podido conmigo a pesar de mis esfuerzos relativamente grandes ya que no lo han sido lo suficiente. Veo que la niebla anterior solo era el pequeño precedente de la que noto ahora al disimular una estúpida sonrisa para que las persones que de verdad me quieren no sepan que por dentro me estoy derrumbando, estoy desgarrada, muerta de miedo al sentir que mi particular protector y fuente de alegría no está, por eso mi rostro nada en un mar de agua salada que gota a gota se va colmando.

Hemos pasado millones de instantes juntos, buenos, malos y muy buenos y puedo decir que repetiría cada uno de ellos sin pensármelo dos veces, ni siquiera por un segundo. No me arrepiento de haber caído por segunda vez en su red, que por lo que veo tenía un agujero enorme y yo no sabía (quería) verlo.
Lo que siento ahora mismo no es rabia ni enfado, sólo siento unas ganas terribles de besarte, besarte por última vez. 

lunes, 19 de diciembre de 2011

Miedo a perderte



Otra vez una densa niebla ha vuelto a atravesar mi ordenada vida. Otra vez esa sensación angustiosa, asfixiante ha vuelto y no me deja respirar. He sentido mi corazón acelerarse y pausarse casi al mismo intervalo de tiempo sin ningún tipo de altercado, solo con el objeto de hacerme sentir mal, cayendo desde un precipicio a 100km/h y sin paracaídas, con esa sensación de sentirte culpable por matarte y con la seguridad de que el dolor se acabará, de forma abrupta, fuerte.
La necesidad de respirar, la necesidad de oír ciertas palabras, la necesidad de asegurar mi estupidez salida de tu boca, con la certeza de que no aceptarás los motivos que la impulsaron. El orgullo parece ir por delante y no eres capaz de rectificar lo que al parecer, reconoces como mi error. Y, yo sé que no es así, el error no sólo es mío. Pero la niebla me impide decirlo. El miedo me paraliza y no me deja avanzar, prefiero callar y evitar cualquier tipo de altercado para no desmontar tus pequeñas estructuras de vida, en las que, , me incluye, pero lo que me jode (perdón por la expresión) es no saber hasta que punto estoy yo en tu lista, en la lista de personas que te importan. Por suerte o por desgracia, tú sabes que para mí eres el primero y no he dudado ni un segundo en demostrártelo, quizá ése ha sido mi mayor error. No puedo evitar querer estar atada a tu mirada, no quiero renunciar a sonreírte cada mañana, no pienso irme adónde quiera que sea, sin besar tus labios, todas las veces que sean necesarias para quedarme totalmente satisfecha.
Sigo empeñada en recomponer una historia de cuento, aún sabiendo que no existe. Sigo empeñada en querer ser tu centro de atención, para que el príncipe me cuide y me lleve en volandas a un lugar muy muy lejano. Sé que toda esa falsa realidad no existe pero mi cabeza cree que quizá tú, también lo pienses. 
"Un final feliz es una historia sin acabar" se decía en una película de Brad Pitt y Angelina Jolie, quizá esta historia pueda dibujarse sin finales, en línea continua. Sé que es una utopía, tu inestabilidad es tan marcada que ni la montaña rusa más alta y enredada puede superar las curvas verticales que dibujas con tu humor, con tu cariño, con tu ánimo.
Y ahora yo, estoy confusa, sin saber qué hacer ni decir, sólo sé que quiero tenerte a mi lado, que tengo ganas de ti, que tengo sed de ti, y estoy bebiendo ginebra, mientras tú dices que todo va bien. Eso va a verse con el tiempo. 
No voy a dejar que algunos mosquitos chupasangre, con pintas de inocentes mariposas, se salgan con la suya. Voy a luchar por lo que quiero, y lo que quiero eres y lo sabes. Ahora espero lo mismo de ti.

lunes, 12 de diciembre de 2011

nueve doces

besos en la frente
abrazos dulces
miradas perdidas en la del otro
ganas de tenernos
deseo cumplido
necesitar oír tu corazón junto al mío
coger velocidad
planes de escapar
sedienta de ti
calmarme en tus labios
esperarme en mi portal
tardes pintadas de risas
quererte, querernos

domingo, 11 de diciembre de 2011

Haz de tus intenciones, hechos.

De alguna manera siento como si el olor que ahora mismo desprende mi ropa me devolviera cada uno de los instantes que he pasado a tu lado. Este olor a chimenea con una pizca de tu colonia hacen que cada vez me sienta más tuya, porque aunque intentes negarlo, renunciaste a mí y yo a ti, durante demasiado tiempo. 
Quizá ahora te estés dando cuenta de lo que de verdad vale la pena, quizá ahora veas de una vez cuáles son tus prioridades y lo que más quieres en esta vida y intentas recuperarlo luchando con las pocas fuerzas que te quedan.
Estás viendo en primera persona que una vida se está apagando poco a poco, lenta y discretamente, como la hoguera que va disminuyendo su fuerza, y te das cuenta que no tenías que haber desaprovechado los miles de segundos que ahora te parecen lejanos, como un coche a toda velocidad avanzando en una recta interminable y en pendiente.
Por eso, ahora estás dispuesto a dar el salto, a dar ese paso de gigante, a actuar de una vez por todas y yo estoy dispuesta a escucharte y a abrazarte con todas mis fuerzas, ya no quiero volver a perderte.
Tus lágrimas hacen que mi corazón se encoja de tal manera que queda reducido a la medida de un guisante y no puedo soportar la idea de tu dolor.
Necesito que me demuestres que estás a mi lado, necesito poder contar contigo y tenerte siempre que lo necesite, te has ausentado demasiado tiempo...

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Despacio, vas construyendo a mi lado, la pequeña y acogedora casita que seré.

Puede que para ti no signifique lo mismo. Puede que para ti diez minutos con solo mi compañía sea algo usual, habitual, algo tan natural casi como respirar, porque son muchos años de compartir risas tontas, frases célebres, bromas sin sentido, canciones malas, bailes improvisados y miradas que hablan por si solas, aunque nuestras bocas tampoco callen.
Quizá es porque hoy me he levantado sensible culpa de un mal tiempo que no sirve mucho de amigo de la alegría; he tenido la necesidad de observar mi alrededor, de repasar el día de ayer, que fue bastante completo, lleno de fechas, nombres de ilustres personajes históricos y científicos. Sin embargo, lo que me quedó más no fueron todos esos datos esquemáticamente asimilados, sino que me quedé con solo dos ratitos: los que tú estuviste conmigo.
Tú, tan alegre y activa como siempre entras como un terremoto en mi habitación haciendo temblar todos mis esquemas y con tu habitual, ligera y preciosa gracia te sientas y empiezas a hacer de las tuyas: me coges los papeles y empiezas a hablar, no paras, eres como una máquina y sin darme cuenta estoy llorando de la risa. No puedo parar. Cuando lo consigo, seguimos hablando y te confieso que contigo no tengo ningún tipo de reparo en contarte o decirte las cosas.
Dicen de la confianza que es muy difícil de ganar y demasiado fácil perderla; contigo esta definición no es válida. Contigo tengo confianza desde el mismo día en que nací y la tendré hasta que mi vida se apague, ya sea lentamente o como un rayo, pero no se acabará porque aunque nosotras no estaremos físicamente, nuestra confianza va estar siempre, aunque sea reencarnada en nuestras hijitas o hijitos.
Sabes qué necesito a cada segundo, a cada mirada. Sabes responderme de la forma más exacta, que nadie pudiera podido imaginar y sabes que mis desahogos son como el agua que se le da a un sediento.
Estar a tu lado me produce esa sensación de estabilidad, de tranquilidad, en la que siento que nada puedo estropearse. Porque eres mi ángel, el que me cuida de todas mis caídas, que me previene antes y después, aquél que en un día desolado me anima cantando en castellano una canción que está sonando en inglés, TÚ eres eso, eres locura.
Son estos pequeños momentos de reflexiones, de confianza, de risas, de charlas, los que para mí valen la pena y hacen que valga la pena que formes parte de mi vida y no quiera que jamás te desprendas de ella. Aunque estos sean pequeños detalles, ya sabes lo que dicen:
"En la vida lo importante son los pequeños detalles"; tú eres el más p(-reciado-)equeño que tengo. Te quiero mucho y te agradezco de forma inmensamente infinita la paciencia que depositas en mí. 


algo de ti, algo de mi, en esencia, es lo mismo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Niebla


Esta sensación me está ahogando y lo peor es que lo está haciendo lentamente para que yo misma vea como me estoy marchitando. Siento que me ha robado las ganas de luchar contra ella, me ha absorbido la energía para dejarme tirada en la cuneta de mi propia cama.
Estoy harta de sentir una rabia interior que ha aparecido casi sin motivo alguno o aparente; harta de sentir unos celos incontenibles que nunca antes habían acontecido en mi tranquilo interior y me hacen sentir extraña y estúpida; harta de este cansancio eterno y absorbente de cada una de mis sonrisas que poco a poco se camuflan entre un semblante estoico y tapado por una cortina de cabellos completamente despeinados y dormidos aún; harta de fingir un estado soñoliento que prácticamente no existe; harta de levantarme cada día con la certeza de que esa sensación no tardará en volver y que voy a volver a sentirme estúpida por cada uno de mis hechos, que al llegar la noche repasaré (por mucho que ya se hayan fundido con los segundos pasados).
Necesito salir a la superficie y respirar; respirar aire puro, limpio, libre, de montaña o de playa, de dónde sea, pero respirar.
Quiero que la lluvia que estos días ha sido el apoyo de mi estado de ánimo (camuflado, escondido como siempre) moje ahora mi jersey de lana y empape mis nuevas gafas con sus lindas y refrescantes gotas, pero que éstas sean sinónimo de alegría, por mucha paradoja que pueda formarse.
Quiero aparecer en el paraíso en el que he estado hasta mi situación de tedio actual que aún ahora intento descubrir cuál ha sido su causa. Quizá esta necesidad de respuestas sea una de ellas, una de las causas de mi lenta asfixia.
El aire cada vez me llega menos y me siento claustrofóbica, como en un ascensor que va llenándose macabramente de agua. 
Necesito salir.