sábado, 14 de julio de 2012

Somni d'un estiu

Por un mínimo instante sintió que todo era como antes: salir, risas, abrazos, canciones balbuceadas a voces desafinadas. Sintió un abrazo conocido, una caricia amiga, unas voces que eran ya propias. Pero todo tenía un tono diferente, ya no eran de ese color verde pistacho ni un rojo pasión. Era un rosa desgastado, un verde pantano, echado a perder.
Miró a ambos lados. A la izquierda estaba su pasado. A la derecha su presente. Hacia dónde tenía que mirar para encontrar ese futuro que tanto miedo le ha dado siempre. Ese no querer abandonar el pasado ni renunciar al pasado. Esas ganas de dominar el tiempo, esas ansias de luchar por conservar algo que indescriptible resultado de roces incontables, agridulces, ese hambre de devorar el presente tan dulce y tan verdadero que se nota a flor de piel, que la envuelve y la transforma en una parte de sí que ella no conocía pero que le encanta.
Por ese mínimo instante sintió que ese pasado era su presente y su presente no existía. Por ese mínimo instante creyó que todas esas angustiosas rocas se habían esfumado de su camino. Por ese mínimo instante se sintió arropada por el mismo abrigo viejo de siempre, por ese abrigo azul oscuro con flores rosas en las mangas. Ese mínimo instante... no cambió nada.

lunes, 2 de julio de 2012

hay mil millones de estrellas.

Otra vez ese deseo de huir vuelve a inundar su mente, descolocada totalmente. Otra vez y sin motivo desearía vivir en una caja tonta y ser vista por millones de ojos clavados en una pantalla. Otra vez y con unas ganas desgastadas le gustaría cambiar de vida, ser otra. Ser una Marian, una Kate o una Sue. Ser alguien de quien no se desprende una sombra dulce y vulnerable, ser una foto de una boca con un cigarrillo a centímetros de unos carnosos labios que huelen a libertad. Ser la imagen de un fuego vivo reflejado en unos ojos acribillados de rímel. 
Dar un cambio radical a ese libro que antes de escribirlo, lee entre venas y neuronas, de lecciones de vida sorbidas a gotas de alcohol, que por otra parte, extrañamente prueba. De consejos que en esa carretera paralela ni los tendría que pedir. De chaquetas llenas de bolsillos donde guardar algo más que recuerdos tiernos, donde poner un pintalabios que recuerde cada uno de los besos que robó. De casas gigantes desocupadas que no existen más que en su habitación y su almohada. De desiertos que cada mañana visita. De luces de colores a media noche. Sí, otro mundo, otra vida, una reencarnación imposible.

- Si en estos días os notan cambiados, estos días habrán valido la pena -dijo una voz.

Estoy notando cómo mis deseos de ser otra se agudizan en periodos en que mi sol se ha ido de paseo en un achicharrante aparato. Algo en mi cambia y me muestra a mí misma odiándose y deseando ser otra en cada momento. Ser un amor de película, ser una actriz desmadrada, ser alguien radicalmente externo a mí. 
Estos días de los que hablaba esa lejana voz han servido para darme cuenta de que a pesar de que me veo igual, de que mis deseos improbables (como estoy comprobando ahora mismo) siguen ahí, que sigo soñando en vivir rodeada de papeles, que soy un nervio andante en verano y lo más estático que existe en invierno, pero que por primera vez he conseguido sentir el placer de vivir donde vivo, de estar en el lugar y en el momento, no el adecuado si no en un "aquí y ahora" sin importar las circunstancias. De estar en paz conmigo misma, mientras otros desnudan sus cuerpos al son de una música sin sentimiento. Una sensación de que a pesar de estar rodeado de gente que conoces relativamente poco, o mucho dependiendo de la perspectiva, eres la única alma inocente que existe y que por primera vez sabes que eres transparente que si crees en los sueños pueden hacerse realidad, y a pesar de los deseos de huir, de cambiar, de ver las horribles verdades que se asoman descaradamente, tú en un pequeño rincón del universo puedes sentirte en paz.
Quizá el conjunto de experiencias vividas solo sean eso, experiencias pero, como tanto nos repitieran con unas dosis de razón enormes, no se volverán a repetir. Las circunstancias son las que son y siempre estarán, diferentes pero estarán allí y si no seguimos esa corazonada, ese quiero y debo hacerlo se va a quedar en un deseo reprimido y esa duda del qué hubiera pasado, qué hubiera sido vivirá eternamente con nosotros.

Quizá esta entrada marque un antes y un después en mi manera de escribir, quizá no. Necesitaba exteriorizar algo que desde muy dentro me pedía a gritos salir. Yo, he cumplido. Veremos el resultado.