viernes, 26 de julio de 2013

El tiempo es un perfecto ladrón.

Hace mucho tiempo que no se sentía con ganas de escribir. El tiempo y otras consumiciones la habían dejado seca de muchas cosas, y de ideas aún más.Quizá había sido aquél invierno tan lento el que había marchitado su potencial, para arrojarlo en folios sin sentido y que seguían quedando como libros perfectamente redactados.

De repente, en un día de finales de julio notó que el tiempo en realidad sólo le estaba jugando malas pasadas. Había dos estrellas más brillando en su cielo y eran de ésas que no se apagan en toda la eternidad. Sentía que al irse ellas las cosas buenas no eran tan buenas, y desgraciadamente sólo las podía compartir con el resto de los mortales. 

Tachar los días en un calendario es algo demasiado rutinario y nadie sabe que en realidad estamos acortando nuestra vida. Es una mierda vivir con reloj, calculando cuántas cosas puedo y debo hacer en una hora. Sin darse cuenta ni de esa chispa que no la abandona.

Siente miedo por el mañana que está llegando y está harta que todo vaya tan deprisa, y es que se está haciendo mayor a marchas forzadas. 
En medio de una casa con quién antes eran extraños, en un cementerio donde antes no había nadie, en una habitación cerrada y con un corazón al que le faltan varios trocitos se da cuenta que ella ya no es esa chiquilla que hace un año soñaba con los imposibles que ahora son realidad, y que en realidad no han sido tan imposibles.
Sigue viviendo en una especie de burbuja, sin querer aceptar que ellos no están, y su viejo yo.. se fue con ellos. Ella sigue sin saberlo.