miércoles, 25 de abril de 2012

la casa por el tejado

Dos manos juntas, dos cuerpos al borde de tocarse, cuatro ojos buscándose, dos narices bailando a centímetros la una de la otra.

hasta mis locuras se quedan a medias sin ti
Un olor que se impregna en su recién deshecha cama después de que las ganas de jugar los venzan y acaben revolcándose en un sinfín de caricias.
Dos ojos marrones, no, verdes, no, miel. Se puede nadar en ellos, en su dulzura capaz de atraer a la más despistada de las abejas y, ese mirar... esa forma de conseguir que las sombras que pasan por delante se conviertan en aire, pasan a formar parte del oxígeno que respiran, se esfuman, por la intensidad que sus miradas entrecruzadas buscan, encuentran y quedan fijas.
Tres canciones sonando en la cabeza. Muchas melodías, todas hablan de lo mismo o tal vez lo parece... solo consigue advertir ciertas frases, todas van por ella, por él, por los dos. 
Cuatro días a los que va a escupir en la cara de la distancia y va a seguirlos tan de cerca que en menos de lo que el sol arranca ya habrá oscurecido, y la luna, siempre su confidente y ayudante le dará todas sus estrellas para poder tejer su particular cielo protector en la carrera hacia él. Porque al fin y al cabo solo es eso. Su desesperado anhelo de que vuelva. De sentir su respirar lento en su pecho y su corazón tranquilo y acelerado en su cuerpo.

miércoles, 4 de abril de 2012

No es por maldad, lo juro; es que me divierte el fuego

Maldita dulzura la tuya, como dice esa canción. La que me arrastra a una espiral de un frenesí incontrolado, de una sed incapaz de ser satisfecha, de besos sin final. 
Maldita dulzura la mía, que nos conduce a los dos a un querer y poder, a un vayamos tranquilos pero sin pausarnos.
Maldita dulzura la tuya que me empuja a querer más y más de ti, a no querer renunciar ni a un solo segundo de tu divina presencia, de ser egoísta al no querer compartirte con nadie.
Maldita dulzura la mía que te hace renunciar a un poco de ti para ser un poco más mío, a hacer de tus momentos, nuestros momentos.
Maldita dulzura la nuestra por querernos tanto que no sólo sacamos lo más nuestro de dentro, sino que sacamos lo mejor de nosotros mismos cuando estamos juntos. 
Los días pasan y ese bucle de colores al que sigo enganchada al verlo cada mañana hacen que mi sonrisa se vaya haciendo un huequecito entre tanta ruina y basura, entre tanto miedo y estupidez. El tiempo parece estar de nuestro lado pero nunca va a estarlo incondicionalmente, hay demasiado por hacer, hay demasiado qué descubrir. Pero nosotros seguimos encabezados en disfrutar de esa dulzura que nos atrae, que nos junta, que nos empuja a querernos más y más. Y ¡qué rayos!, me encanta que sea así. 

Bendita dulzura la nuestra.