sábado, 25 de febrero de 2012

Esa locura que vibra muy dentro de mi

Uno, dos, tres, cuatro; son lo números que repite cada vez que mi puerta se abre ante tal muestra de generosidad por parte de alguna fuerza sobrehumana. Un saludo dulce, un roce de manos y una sonrisa que no sólo osa iluminar toda la casa, sino que desafía al mismísimo sol, imponente en su no muy claro firmamento.
Ruidos de muelles, una cama sin hacer, peluches descolocados, películas que decoran más que nada. Ahora huele a ti.
Mis orejas no se separan de esa llamada, parecida al toc toc de una puerta, constante y rápida enmurallada por un conjunto de músculos y piel, y un suave tacto recorre mi cuello provocando que todo mi cuerpo sea recorrido por tal escalofrío que pone mi piel de gallina en menos de un milésima de segundo.
Desgasta mi piel a golpe de labio y pequeños susurros, prácticamente initeligibles se confunden en una habitación de iluminación confusa y tono lila.
Esa niña pequeña vuelve a nacer con su sola presencia y hace que recuerdos enterrados de una infancia tierna vuelvan a salir provocando lágrimas de risa en mis achinados ojos. Cada vez, algo dentro de este cuerpo vuelve a resurgir produciendo un cambio, una transformación. Entontezco, enloquezco
Como otra pequeña flor de almendro enredada en mis rizados cabellos, el invierno parece querer seguir al pie del cañón, aunque deje algún que otro descanso, y yo con su bufanda puesta me dispongo a disfrutar de tener sobre mi cabeza un cielo pintado de pequeños (y a la vez, enormes) puntos blancos y de tener el placer de seguir su paso rápido, sin disminuir el ritmo ni un momento. 
Sí, quizá no sólo en esto vamos rápido, pero ¿y qué? Tengo razones, sobretodo si está a mi lado, e historias para comprender que todo irá bien, porque solo con mirar lo bueno que hay dentro de mi trocito de cielo particular hay algo que me empuja a seguir, a pesar de mi juventud, mis pies delicados, mis ojos desgastados, mi torpeza única y mi propia inseguridad. No dudo al querer  refugiarme en un dulce abrazo, en un beso lentísimo, en el único que ha conseguido que me sienta bien conmigo misma.

lunes, 13 de febrero de 2012

Encerrada en mí misma y bajo llave

Irte a dormir con la maldita sensación que no ha sido tu día: un par de malas noticias lo han teñido de una habitación blanca con dos camas blancas, a juego y dos camisones azules, un blanco de hospital. Un reloj enorme, de toda la pared no deja avanzar las agujas y los segundos se convierten en horas inútiles para todo el que respire.
Otra vez una voz entrecortada se ha asomado para darme otro parte. Más malas noticias. Hoy definitivamente no es mi día.
Encerrada en mi habitación, sobre la cama tirada, con la luz apagada y con la sola compañía de mi cabeza maquinando como siempre, sin parar de pensar en lo efímero de la vida. Las cosas pasan, nacen, crecen, viven, y se apagan. Mi bisabuela decía que dios te lo daba todo, pero con el tiempo también te lo quitaba todo, sólo te hacía un préstamo, a mi parecer, con unos intereses un tanto elevados.
No acabo de asimilar la rapidez con la que dotamos el tiempo, y la lentitud con la que en verdad evoluciona, es algo completamente inimaginable.
Solo aquello que tímidamente existe consigue mantener en mi cara una tímida sonrisa, que hace que mi mayor alegría se convierta en algo que necesito tener cada día, que a pesar de los contratiempos y de lo vientos no demasiado favorables mis dientes reluzcan en medio de un espejo manchado de agua que antes surgió de mis ojos. Solo así puedo decir que aunque vaya contracorriente y de cara al viento hay algo que consigue mantenerme viva, y es que no solo tengo que hacerlo por mí, sino por todas esas cosas que se van apagando, cuatro velas que están más cerca de apagarse que de reavivarse.
 [un pequeño rescate que no tuve valor de publicar, ahora con una situación más o menos igual lo saco de la oscuridad, no puedo pensar..]

jueves, 9 de febrero de 2012

Till the world ends (with her)

Sigo sin entender porqué el sol cada día sale e ilumina nuestros gruesos abrigos mal puestos por las prisas de una rutina demasiado asentada. Sigo sin entender porqué los días de lluvia estoy más contenta que los anteriores. Sigo sin entender como un simple gesto puede cambiar el ritmo o la dirección de las cosas.
Miles de palabras vacías, sin sentido recorren cada día nuestras mentes para ser echadas en un trozo de papel en la que nos jugamos eso que tanto nos asusta. Tan concentradas son esas largas horas, tan pedantes con sus interminables segundos que hacen que nuestros párpados se abandonen a la suerte de Morfeo.
En uno de esos viajes mi mente se perdió en el álbum de fotos de un época cerrada (pero no olvidada) y se paró a mirarlas todas con detenimiento. En todas estaba ella. Muchas, muchas, muchas risas. Tonterías, grandes noches, grandes días, canciones, bailoteos y más risas. Todo este conjunto de elementos son lo que intentan transmitir estas instantáneas de forma demasiado simple comparado con lo que en realidad fueron.
Noches, o mejor dicho, madrugadas de charlas contemplando como la luz artificial de una habitación calurosa se apagaba para dejar paso a la luna; sin quedarse demasiado tiempo, porque el sol reclamaba su trono. 
Nada puede compararse a esas ganas de disfrutar cada momento, cada instante de la presencia de la una con la otra. Ahí los segundos no eran interminables, eran tan apetitosos que nos los merendábamos casi sin parpadear.
Después de haber construido una muralla para flanquearme y olvidarme del mundo veo que, fuera, todos, incluido ella, han seguido su camino. Mi error fue refugiarme en mí, pero no vi otra salida. Ahora veo que tampoco fue un error, simplemente una opción.
Mi boca puede llenarse de miles de "quizás", "tal vez" o "lo siento", pero yo sigo sin entender qué es lo que ha pasado. Sólo quiero volver a sentir su respiración fuerte durmiendo a mi lado cada sábado de fiesta y sentir su dulce abrazo cada mañana.
te hecho de menos