miércoles, 27 de febrero de 2013

el adiós que no sabré (ni quiero) decir.

365 días dan para mucho. Esa cresta de la ola, o la calma anterior a la tormenta han sido el gusto último que su boca ha conseguido saborear antes de la doble recaída.
Primero notó ese suelo frío y oscuro, teñido aún de un negro más oscuro si cabe, ahogando en él su desesperación y su rabia. Ira enjaulada en una mente que buscaba vías de escape para evitar la posibilidad de entender que todo se había terminado, que su aprendizaje de la mano del sublime amador de vinos se extinguía. El suelo del 20 de enero le supo como un caramelo agrio dejando en su boca un aliento apestante y una sensación de esperanza rota de cristal, porque a alguien se le olvidó poner el cartel de FRÁGIL en el delicado envoltorio.
A un mes del batacazo, justo, ni un día más, otra onda expansiva vuelve a asolar su pequeña ciudad particular, formada por tres casas, ahora destrozadas y con las esperanzas puestas en una máquina estúpida.
Parece que las malas rachas siguen un bucle demasiado cerrado como para poder entenderlo y es que cada día una pequeña vela va consumiendo su cordón... se está fundiendo a cada segundo su cera.
No te vayas, necesito mucho más de ti.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Aire enjaulado

Quizá porque hoy ha sido un día extraño, y es que se ha asomado en todo el cielo la lluvia, el sol, el viento y la niebla. Y como algo de lo que dependiera en ella también se ha mezclado ese cúmulo de fenómenos. No pretende llamar la atención, es más, lo odia. Sólo quiere sentirse ella, quiere poder abandonar ese estado de nerviosismo constante y a la vez tan fácil de abandonar... Es un hoy y un mañana, un aquí y ahora, es un ya y un junio que llega mañana de la mano de un ataque de histeria. Es un no tener tiempo para peinarse y mirar las formas de la nubes tan descansadas a veces, que parecen leones enfurecidos a punto de comerse un ratón. ¿Dónde han quedado esos largos paseos interminables? ¿o esas tardes de versos recogidas en una cinta blanca? 
Necesita una bocanada de aire fresco, aunque sea dentro de esas mismas paredes. Ahora está oliendo a podrido y ya nadie se da cuenta.
Estas pocas semanas circula sumida en ella, y es que la marcha de su gran alegría la dejó inerte, en un suelo frío de un 20 de enero. 
Ahora dispuesta a honrar su nombre se levanta pero la gran presión le está ganando y busca fuerzas de flaqueza en su tesoro. 
Sal a la luz, pequeña, pero cuidado, que ciega.