365 días dan para mucho. Esa cresta de la ola, o la calma anterior a la tormenta han sido el gusto último que su boca ha conseguido saborear antes de la doble recaída.
Primero notó ese suelo frío y oscuro, teñido aún de un negro más oscuro si cabe, ahogando en él su desesperación y su rabia. Ira enjaulada en una mente que buscaba vías de escape para evitar la posibilidad de entender que todo se había terminado, que su aprendizaje de la mano del sublime amador de vinos se extinguía. El suelo del 20 de enero le supo como un caramelo agrio dejando en su boca un aliento apestante y una sensación de esperanza rota de cristal, porque a alguien se le olvidó poner el cartel de FRÁGIL en el delicado envoltorio.
A un mes del batacazo, justo, ni un día más, otra onda expansiva vuelve a asolar su pequeña ciudad particular, formada por tres casas, ahora destrozadas y con las esperanzas puestas en una máquina estúpida.
Parece que las malas rachas siguen un bucle demasiado cerrado como para poder entenderlo y es que cada día una pequeña vela va consumiendo su cordón... se está fundiendo a cada segundo su cera.
No te vayas, necesito mucho más de ti.