lunes, 2 de julio de 2012

hay mil millones de estrellas.

Otra vez ese deseo de huir vuelve a inundar su mente, descolocada totalmente. Otra vez y sin motivo desearía vivir en una caja tonta y ser vista por millones de ojos clavados en una pantalla. Otra vez y con unas ganas desgastadas le gustaría cambiar de vida, ser otra. Ser una Marian, una Kate o una Sue. Ser alguien de quien no se desprende una sombra dulce y vulnerable, ser una foto de una boca con un cigarrillo a centímetros de unos carnosos labios que huelen a libertad. Ser la imagen de un fuego vivo reflejado en unos ojos acribillados de rímel. 
Dar un cambio radical a ese libro que antes de escribirlo, lee entre venas y neuronas, de lecciones de vida sorbidas a gotas de alcohol, que por otra parte, extrañamente prueba. De consejos que en esa carretera paralela ni los tendría que pedir. De chaquetas llenas de bolsillos donde guardar algo más que recuerdos tiernos, donde poner un pintalabios que recuerde cada uno de los besos que robó. De casas gigantes desocupadas que no existen más que en su habitación y su almohada. De desiertos que cada mañana visita. De luces de colores a media noche. Sí, otro mundo, otra vida, una reencarnación imposible.

- Si en estos días os notan cambiados, estos días habrán valido la pena -dijo una voz.

Estoy notando cómo mis deseos de ser otra se agudizan en periodos en que mi sol se ha ido de paseo en un achicharrante aparato. Algo en mi cambia y me muestra a mí misma odiándose y deseando ser otra en cada momento. Ser un amor de película, ser una actriz desmadrada, ser alguien radicalmente externo a mí. 
Estos días de los que hablaba esa lejana voz han servido para darme cuenta de que a pesar de que me veo igual, de que mis deseos improbables (como estoy comprobando ahora mismo) siguen ahí, que sigo soñando en vivir rodeada de papeles, que soy un nervio andante en verano y lo más estático que existe en invierno, pero que por primera vez he conseguido sentir el placer de vivir donde vivo, de estar en el lugar y en el momento, no el adecuado si no en un "aquí y ahora" sin importar las circunstancias. De estar en paz conmigo misma, mientras otros desnudan sus cuerpos al son de una música sin sentimiento. Una sensación de que a pesar de estar rodeado de gente que conoces relativamente poco, o mucho dependiendo de la perspectiva, eres la única alma inocente que existe y que por primera vez sabes que eres transparente que si crees en los sueños pueden hacerse realidad, y a pesar de los deseos de huir, de cambiar, de ver las horribles verdades que se asoman descaradamente, tú en un pequeño rincón del universo puedes sentirte en paz.
Quizá el conjunto de experiencias vividas solo sean eso, experiencias pero, como tanto nos repitieran con unas dosis de razón enormes, no se volverán a repetir. Las circunstancias son las que son y siempre estarán, diferentes pero estarán allí y si no seguimos esa corazonada, ese quiero y debo hacerlo se va a quedar en un deseo reprimido y esa duda del qué hubiera pasado, qué hubiera sido vivirá eternamente con nosotros.

Quizá esta entrada marque un antes y un después en mi manera de escribir, quizá no. Necesitaba exteriorizar algo que desde muy dentro me pedía a gritos salir. Yo, he cumplido. Veremos el resultado.

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