martes, 22 de noviembre de 2011

Revolution





Control. Parece que últimamente esta palabra es la única que podemos llegar a entender. Una constante vigilancia que nos persigue vayamos donde vayamos; un ojo atento que mira todos y cada uno de nuestros movimientos para memorizarlos y captarlos al más mínimo detalle, para después poder hacer un examen sobre lo que un día en un momento concreto vio. 
Un control exhaustivo de unos a otros, pero sobretodo un control sobre nosotros mismos. Sin poder evitarlo tenemos la cabeza envuelta en la idea que debemos controlar nuestros impulsos, nuestras verdades, nuestras ganas de actuar, por culpa de esos malditos ojos que te están observando y tú quieres evitar a toda costa su insistente persecución. Esa sensación de sentirte observada por personas que ni siquiera conoces pero que sabes que van a hablar de ti, esa presión que te producen, ese control que pretenden ejercer sobre ti les funciona, te cohíbe, te corta y no sigues tus impulsos.
Ahora parece que con todo esto nos quieren cortar las alas, nos quieren impedir pensar, quieren que seamos felices a su manera, cómo dicen ellos, cómo mandan ellos, cómo creen que a todos nos va a funcionar. Ignorantes son los que quieren tener el control, porque cada uno de nosotros debemos luchar por una libertad, quizá utópica, pero al fin y al cabo por la libertad de poder besar en medio de un pasillo sin sentirte observada y posteriormente criticada, la libertad de poder dar un abrazo a tu madre en medio de la calle y no sentir varios ojos fijos en ti, que desprenden un desprecio considerable, como si demostrar tu amor y alegría fuera un pecado, ni que fuéramos bichos raros por demostrar nuestros sentimientos, por no seguir su "manual de felicidad" que según ellos es el único y mejor. No pueden entender como alguien intenta ser feliz a su manera, siempre y cuando tenga la libertad de poder hacerlo.
Quiero ser yo misma la que renuncie a ese control que yo misma me impongo, quizá por el miedo del control externo. Quiero seguir mis impulsos, sean cuales sean, quiero ser libre de poder besarle con todas mis ganas sin que nadie me mire mal y que él haga lo propio. Quiero abrazar a mi amiga en medio del pasillo sin que me critiquen porque ella lo necesita y es más importante su felicidad que la envidia que todos los demás puedan sentir, y sí, quizá sea un pensamiento un poco egocéntrico pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras unos simples ojos intenten controlarme.


¡Reflexiones diferentes de un martes demasiado largo!

1 comentario:

  1. Y, dime pequeña mía... ¿exactamente, llegas a la felicidad? Llegas a que todo está bien en tu vida, que la basurita del carburador ya no está?
    Cariño, lo que has conseguido es a alegrarte por las vivencias de estos últimos días.
    Un martes largo, un miércoles distinto

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